Revolucion.

Las calles se cambian el nombre cuando juegan,
Se pierden en su perspectiva, se duermen...
Los adoquines se levantan
de la tierra salia el olor acre de la historia,
de los bichos, de las huellas agónicas.

Se arrancaba asfixiada la música de una ventana,
se retorcía con su pulso rítmico,
vomitaba los desiveles de su vida.

(Se incaron los edificios famélico de Santiago.)

Las caras largas de los transeúntes se rasgaban con la textura fría del suelo.
-Somos una sociedad masoquista.-
Crecemos con las ideas conbinadas,
nacemos con herencias infelices,
con los cromosomas desinflados.

Las luces de los semáforos titilan.
Nadie se dio cuenta de la protesta,
nadie supo entender el morse.

Las pieles ya no son sensibles a las pieles,
es que matamos para vestirnos de ello,
-muerte-
nos camuflamos de nuestra vergüenza...

Por eso todos andan de color gris por las calles santiaguinas,
se mimetisan con los edificios,
caminan con la vista en el asfalto, en el chicle del asfalto,
en el perro, el los zapatos, en el mendigo, en el polvo.

Hablamos en clave, respiramos clavados
clavadas plumas en el pecho...
Provocan mi tos asmática,
provocan nuestro miedo a hablarnos.

Revolución!

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